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Feliz Navidad, corazones de tiza, almas de patio e incansable raza


Feliz Navidad, compañer@s docentes.

Quiero compartir las palabras de Luis Aretio para, además de desearos felices fiestas, daros las GRACIAS...

Gracias docentes: desde la Educación Infantil

hasta la Universitaria.

Gracias por cada tutoría ganada al poco tiempo,

ese que nadie te regala.

Gracias por cada acierto,

y también por cada fallo

que sin querer a veces se escapa.

Gracias por cada día que no has querido faltar

con esa gripe estacional o ese dolor del alma.

Gracias por soportar, demasiadas veces,

a los hijos de los maleducados,

esos que “revientan” tu aula.

Gracias por llorar a solas,

y por emocionarte con los gestos invisibles

que pasan en la rutina… casi desapercibida y callada.

Gracias por hacer malabares

para que te atiendan, respeten, …

y además aprendan.

Gracias por toda la imaginación con la que compensas

las muchas sabidas carencias.

Gracias por la paciencia,

y por dejarte la garganta hecha trizas cada mañana.

Gracias por las formas:

las buenas, las regulares y las otras menos afortunadas.

Gracias por tus caricias,

si, esas que sabemos que haces a traición

después de un esfuerzo y a cambio de nada.

Gracias porque cuando decidiste dedicarte a esto,

seguro que no se parecía en nada a lo que ahora es,

pero gracias por no perder ni un ápice de ganas.

Gracias por formar parte de la vida de nuestros hijos,

porque te recordarán en cada aprendizaje y en cada encrucijada.

Gracias por dar sentido,

forma y contenido en cada nueva jornada.

Gracias por preparar cada lección en casa,

por corregir a altas horas de la madrugada,

por vivir tu oficio más allá de lo que esperabas.

Gracias por convertir cada atasco o dificultad

en una nueva experiencia de oportunidad.

Gracias por molestarte en mandar notas

con ánimos, ideas y amables palabras.

Gracias por sentir que cada persona merece la pena

y por nunca pensar en tirar la toalla.

Gracias por seguir animando a aquellos

de quienes muchos ya no esperaban nada.

Gracias por esas tiritas para la desilusión

que siempre sabemos que guardas y llevas preparadas.

Gracias por resolver y descifrar respuestas enigmáticas

envueltas entre imposibles palabras.

Gracias por tu corazón de tiza,

por tu alma de patio y por tu incansable raza.

Soy hijo de un “maestro de pueblo”

quien dedicó algo más que su vida a la enseñanza,

y de él aprendí lo que no se enseña:

que la vida sin pasión no vale de nada.

No es magia, es educación.

Luis Arito

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